Un periodista borracho asiste a lo que parece ser tráfico con seres humanos de baja estatura
La pasada noche del 22 de Enero
nuestros equipos de investigación (compuestos por una sola persona,
o sea, un servidor) asistieron a una
serie de movimientos sospechosos muy cerca del Parlamento. Todo lo
que sabemos es que unos hombres de incógnito se bajaron de una furgoneta
frente a uno de los bares más caros de Madrid (cuyo nombre omitimos por motivos evidentes) y descargaron allí lo que parecían pequeños cuerpos humanos.
Además del suceso en sí, tenemos varios motivos para creer que nuestras suposiciones son acertadas. Como todo el mundo sabe, la zona del Parlamento, igual que el Retiro y la Casa de Campo, está repleta de túneles subterráneos que conectan unas y otras sedes del satanismo ocultista nacional, localizadas en Madrid. En estos lugares se reúnen las altas esferas de poder político, económico y cultural para cumplir los designios de de una extraña maldad ancestral, acostumbrada a sí misma, que se sacia con el más absoluto sufrimiento. Pues bien, sospechamos que este bar es una de las entidades encargadas de guardar la mercancía para los rituales sacrificiales que estas organizaciones practican en la sombra, a espaldas de la gran masa humana adormecida.
Además del suceso en sí, tenemos varios motivos para creer que nuestras suposiciones son acertadas. Como todo el mundo sabe, la zona del Parlamento, igual que el Retiro y la Casa de Campo, está repleta de túneles subterráneos que conectan unas y otras sedes del satanismo ocultista nacional, localizadas en Madrid. En estos lugares se reúnen las altas esferas de poder político, económico y cultural para cumplir los designios de de una extraña maldad ancestral, acostumbrada a sí misma, que se sacia con el más absoluto sufrimiento. Pues bien, sospechamos que este bar es una de las entidades encargadas de guardar la mercancía para los rituales sacrificiales que estas organizaciones practican en la sombra, a espaldas de la gran masa humana adormecida.
Pero más allá de estas conjeturas precipitadas, los hechos en cuestión ocurrieron en apenas un
instante lleno de sigilo y confusión, de suerte que yo, un
periodista temeroso de la mano de Dios, me siento en la obligación
de aclarar y detallar un poco las circunstancias previas en las que
me hallaba, aún a riesgo de que se me tache de lunático, farsante,
o mucho peor, de desordenado. Para ello, echaré mano de un extracto
de mi propio diario de ese día:
“...Ya entrada la noche, reconozco
que me distraje de mis labores periodísticas. Estaba triste y cansado, y
decidí entrar al primer bar que se pusiera a mi alcance. Cuando lo
intenté, un ogro con corbata me impidió el paso extendiendo su
brazo enorme delante de mi cara y me miró de arriba abajo,
escrutando descaradamente mis posibilidades económicas. Resulta que me había
parado delante de un bar lujoso, muy cerca del Parlamento. Le dije,
“sólo quería una cerveza..." y además añadí "pero pagaré...”. Él me respondió, con
una sonrisa de perro, “bueno, entra, anda”. Y yo tuve que entrar,
porque no me parecía prudente desobedecerlo.
Una vez dentro, caminé a tientas
hacia la barra. El lugar estaba casi a oscuras, lleno de peceras con
líquidos de colores, cuadros alargados y esculturas indescriptibles,
y mesas rodeadas por personas a las que no se les veía la cara. Se comunicaban entre susurros. Al verme, el camarero se dirigió a mí con una
expresión de repugnancia mal disimulada. Me cobró seis euros por
anticipado y, sin preguntarme lo que quería, me sirvió la cerveza.
Yo estaba relamiéndome aquel frío dorado cuando de pronto advertí por el rabillo del ojo cómo una furgoneta negra se paraba frente al bar. Me volví para ver que de ella salían varias figuras completamente embozadas, vistiendo capas, bastones, sombreros y abrigos largos. Estas personas se adentraron sin miramientos y cruzaron el local directamente hacia alguna sala privada. A continuación, los conductores de la furgoneta empezaron a descargar lo que parecían pequeñas alfombras envueltas en papel negro, y a introducirlas una a una en el bar. En ese momento yo estaba ya sumamente alterado. De pronto me parecía que el camarero abría mucho los ojos y trataba de comunicarse por medio de signos faciales con el portero, que tenía su cara pegada al ventanal del bar.
Entonces el hombre empezó a sacarme
conversación desesperadamente, como si le interesase mucho
mantenerme ocupado, y yo sentí un miedo terrible, un presentimiento
espantoso que me obligó a ponerme de pie y a murmurar: “pero qué
está pasando”, al tiempo que no podía apartar la mirada del
camarero, por miedo a hacer un movimiento equivocado y meterme en un
asunto aún más turbio. El camarero me decía cosas cualquiera,
tales como: “¿Sabe de dónde
es esa cerveza?” “Es de muy lejos, la traen especialmente para
nosotros.” “¡Ni siquiera sé pronunciar el nombre del lugar donde
hacen esta cerveza!”
Mientras trataba de contestar con
cordialidad al desvarío del camarero, pude distinguir una especie de
“Aaaaay”, un quejido desganado e ininterrumpido que provenía de
lo más profundo del bar. En realidad, el sonido era como un rumor de
varias voces. Al girarme, vi que todo el mundo en el lugar tenía los
ojos puestos en mí. Por un lado pensé: es lógico, me he levantado
abruptamente, tengo cara de susto, soy un extraño entre estos lujos
oscuros. Por otro lado, sabía que algo allí iba mal. Esas alfombras
eran seres humanos, estaba seguro. Una vez hube concretado mi
sospecha, sentí la necesidad imperiosa de salir de ahí. Me acabé
la cerveza de un trago y me escurrí afuera, dejando al camarero en
mitad de una frase y sin parar de escuchar aquella especie de lamento
contenido...”
Lamentablemente,
carecemos de más información, y no hemos osado adentrarnos de nuevo
en el lugar: nuestro bolsillo vacío y nuestra propia sensatez nos lo
impiden. Sin embargo, desde El Testigo solicitamos la ayuda del
público general. Queremos hacer un llamamiento: ¿puede dar alguna
otra persona un testimonio parecido? ¿Quiénes eran estos hombres
que bajaron de la furgoneta? ¿Cuál podrá ser el extraño negocio que se
traen entre manos, la furgoneta, el bar, y aquellas alfombras humanas...?
Nuestra caja de comentarios está abierta, así como el formulario de contacto que hemos añadido como "gadget" a la derecha de nuestra página. Rogamos se pongan en contacto con nosotros si tienen alguna información.
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Un saludo,
El Testigo.
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