El feminismo pierde fuelle


Ocurre en las parejas cuando la ilusión se apaga, ocurre en la naturaleza cuando las flores se marchitan y los delfines envejecen y dejan de brincar entre las olas y el sol, y le ocurre también a las promesas de cambio social, las protestas políticas y los movimientos "revolucionarios" como el 15-M o el actual feminismo. En EEUU sucedió tras la victoria de Trump, y aquí en España se ha hecho más evidente durante los últimos meses: el feminismo está experimentando un proceso gradual y lento de agotamiento, agonía y descomposición.

Esto puede notarse en todas partes: desde la calle, donde la gente prefiere no hablar del tema, o hablar sólo cuando no existe la posibilidad de discutir, hasta en los programas televisivos en los que el feminismo está tan asumido que se parte de sus premisas para la elaboración del guión, y también en las redes sociales, en las que lo que antes era clamor ahora es irritación y propensión a la bilis.

El feminismo toma partido, además, en una enorme cantidad de frentes abiertos y lidia con temáticas complejas en perpetua discusión. Por eso, la mayoría de las personas a las que uno pregunta acerca de la lucha concreta del movimiento, suelen responder con sensatez que no saben del tema, que simplemente son feministas, que el feminismo es la lucha por la igualdad entre la mujer y el hombre, etcétera. Pero aunque esta fanfarria mental sea siempre algo vigente debido a su obviedad e imprecisión, dice mucho que la gran parte de la población apenas si se atreva a poner un pie en la jungla de postulados y proclamas que conforman aquello que ellos mismos dicen ser.

El próximo 8 Marzo, Día de la Mujer, muy probablemente asistiremos a un nuevo despliegue masivo de asentimiento popular para con la causa del feminismo. Sin embargo, este asentimiento será previsiblemente menos enérgico, más amohinado (o más exacerbado, puesto que la exacerbación es un síntoma de pérdida de energías) que el anterior. ¿Por qué? Porque la gente se ha acostumbrado. El feminismo es ya un presupuesto de todo discurso público, y esto sólo puede ir en detrimento del movimiento, que pierde así su carácter insurgente y se convierte en discurso oficial, en parte del “sistema”.

El feminismo ya no es espontáneo: ya no surge como una movilización sincrónica e inevitable de personas a las que acucia un mismo problema, sino que ahora es un dogma que ha de justificarse y defenderse, y si no existe un problema, debemos inventarlo para perpetuar el dogma. Sabemos que una revolución pierde su carácter de espontaneidad cuando deja de congregar a las masas enfervorecidas y, en lugar de eso, comienza a organizar misas, a recitar oraciones, a ganar adeptos mediante la sensación de culpa. La misa de la disidencia sigue siendo una misa. Y una misa feminista es lo que tenemos permanentemente instalado en los televisores, en las redes sociales, y en las cabezas de una gran masa de población, que de momento consiente, asiente pero ya no empuja, sino que se deja llevar por el trajín mediático.

Comentarios

  1. Interesante, pero no descartaría que sea una buena idea volverse comercial cuando quieres que una sociedad acate tus moralinas. Los movimientos no deben juzgarse por su pretensiones empresariales o evangelizadoras, sino por sus bondades o sus malicias, si un movimiento es bueno para la mayor parte de la población, teniendo en cuenta en qué sistema vivimos, uno que no permite otra forma de relacionarnos que mediante la compra-venta, no veo reprobable el que este movimiento no instruya ni eduque, pues ni la instrucción ni la educación son comparables al poder sugestivo de un buen dogma. El feminismo no pierde fuelle, está en la cresta de la ola: suspendido pero en movimiento.

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    1. Gracias por el aporte. A raíz de lo que has escrito me surgen cinco cúmulos interrogantes o tumores retóricos según se vea:

      1. Los movimientos y, en general, cualquier compulsión política multitudinaria, (y aún sabiendo que "habrá de todo" y que sentir y pensar son al final una misma cosa) ¿son un fenómeno mayormente activado por procesos de comprensión cuidadosa del mundo o más bien por reacciones emocionales impulsivas, subjetivas, y complicidades incomunicables? ¿Qué es más vulnerable a la eventual propaganda, las emociones, simpatías y percepciones subjetivas o la discusión reflexiva (ya sé que lo segundo es más ridículo, pero he preguntado qué es más vulnerable, no qué es más ridículo)? Con todo ello, ¿existe una manera de saber si un "movimiento" va a hacer lo que promete, causar lo que pretende, erradicar lo que acusa, o incluso pretender realmente lo que dice pretender?

      2. Esto me lleva al segundo punto. En cuanto a las "bondades y las malicias" de los movimientos, ¿A qué te refieres en cada caso? ¿Qué criterio usas para hablar de unas y de otras? ¿Es un criterio universal? ¿No te parece que, si de cada 100 personas en el movimiento hubiera 99 santos y 1 medio santo, que se dejara llevar por la malicia durante un solo minuto al día, sólo con eso todo movimiento habrá de contener un grado de malicia, y que este grado de malicia sera estadíticamente mayor conforme el movimiento vaya creciendo? ¿O bien juzgas la malicia o la bondad de un movimiento no mirando a las personas que lo conforman, sino a los ideales a los que se dirige? En este caso, me remito a la última pregunta de 1.

      3. ¿Cómo se sabe si un movimiento es "bueno para la mayoría de la población"? De nuevo, ¿cuál es el criterio que empleas para llegar a afirmar esto? ¿Es bueno si satisface algunas necesidades básicas o urgencias de dicha población? ¿Y cuáles son dichas necesidades básicas? ¿Acaso estas necesidades básicas no son prácticamente el combustible más potente que puede tener la propaganda? ¿No son especialmente susceptibles de ser usadas como panfletos con fines propagandísticos, puesto que aluden a temas eternamente candentes, como la vida o la muerte, la respiración, la comida, el cobijo, la tranquilidad, el miedo, etc?

      4. ¿Cómo se sabe si la compraventa es la única forma de relacionarnos que permite el sistema? ¿Está el sistema compuesto únicamente de lo que el sistema permite? ¿No es lo impermisible parte constitutiva del sistema? E incluso si fuera así, que todo aquí estuviera dictado por intereses y reminiscencias de transacciones comerciales (aunque claro, si uno lo ve así, ¿cómo sabe si fue distinto en otros tiempos?), ¿qué es más urgente y factible intentar, una modificación en dichas relaciones particulares o una modificación general del sistema?

      5. Por último, ¿cómo se diferencia la instrucción de la evangelización o del dogma? Quizá la instrucción es el proceso por el cual se intenta inculcar un conocimiento que no tiene por qué ser directamente dogmático, mientras que el dogma es una mera emanación intransigente por parte de algún tipo de entidad que busca tan sólo su reafirmación. Pero esto no me parece tan sencillo, porque la instrucción normalmente depende de la asimilación de algunos dogmas, y viceversa. Todo esto para preguntar algo que he intuído en tus propias palabras: ¿es un dogma algo pernicioso? ¿cualquier dogma lo es? ¿O es la disposición al dogma lo realmente pernicioso? Porque podría decirse que los dogmas el vehículo con el que pensamos de casi todos los temas. En cambio, una mayor o menor predisposición al dogma es lo que diferencia, creo yo, entre alguien que en quien impera la necesidad de imponerse sobre los demás y alquien a quien esta necesidad no le aflige tanto.

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  2. Disculpad a nuestro articulista estrella Nº1: tiene problemas para controlar su ira.

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