La democracia destruye tu imaginación

 

Votar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor


La democracia supone que el ser humano es capaz de abrir la boca por su propia voluntad. Pero las personas sólo somos libres de callar. Siempre que interrumpimos el silencio, es a causa de una u otra esclavitud. Es nuestra boca, que habla por nosotros.

Cuando una cosa abre la boca se convierte en una persona, es decir: en una cosa preocupante. Si ya sólo romper el silencio del alma con el torrente de los pensamientos conduce a la larga a la insensibilidad y el engreimiento, con el hablar nos convertimos de inmediato en pajarracos presuntuosos, con la diferencia de que el buitre, por ejemplo, suele ser honesto con respecto a sus propósitos, y nuestro lenguaje no es sino una herramienta para ocultar propósitos. 

La democracia es la boca de la humanidad y, como todas las bocas, es tan sólo una excusa para la autocomplaciencia y la irresponsabilidad: a través de ella fluyen libremente las manías y las crueldades humanas. La democracia invita a las personas a creerse lo suficientemente buenas como para abrir la boca, y quien se cree bueno obrará crueldades: se sentirá autorizado a la atrocidad y la violencia si son precisas para que la bondad triunfe.

Pero lejos de mí el afán maldito de regresar sobre nuestros pasos, de volvernos a épocas menos ambiciosas, en las que quizás asumíamos nuestra insignificancia y nuestro desatino generales y lográbamos callar en virtud de quién sabe qué fuerza bruta o sagrada. Todo eso se ha terminado ya. La democracia es un hecho. Ahora hay que abrir la boca, cada vez con mayor frecuencia y en más direcciones. Se estima que el ciudadano medio de cualquier democracia del mundo no puede guardar silencio por más de una semana sin morir de hambre, de frío o de pena.

Igual que en todas las fuerzas malignas, su única virtud es su equivocación: la democracia confía en que las personas no pueden votar su propia destrucción, pero se equivoca. En la tesitura de poder elegir, el electorado "elige" siempre la autodestrucción, precisamente porque en realidad no puede elegir, sino solo envanecerse y volverse cruel creyendo que elige algo, y es con ello que se destruye, y con él la propia democracia. 

¡Quién sabe qué otras aberraciones traerá la política en las épocas venideras...!



Comentarios

  1. Son unas reflexiones muy sugerentes, sobre todo en estos momentos en los que se aproximan las elecciones locales, de comunidad, nacionales, y europeas

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