Fisonomía de los líderes políticos


Las palabras de un político no importan más que su corbata o su corte de pelo. Son accesorios destinados a ofrecer cierta visión de conjunto: una panorámica emocional, un psico-anzuelo. Los políticos hablan y discuten porque nosotros lo demandamos, pero si ganaran votos callando, callarían. Si por una vez nos movilizara el silencio, los políticos intentarían seducirnos cerrando la boca en lugar de abriéndola. Defenderían sus posturas en silencio: el mismo silencio que reina en el interior de sus cabezas bastaría para congregar a las masas, y entonces la estupidez sería mucho más sincera consigo misma. Ah, y quizá entonces (pues el silencio tiene estas cosas) dejaría de ser estupidez y, por lo tanto, las urnas quedarían apoteósicamente vacías. Pero no: hay que rascarle el lomo al Diablo, hablar para permanecer estúpidos, hay que reclamar justicia, votar, distraerse, hacer honor al siniestro agujero que tenemos debajo de la nariz...

Cuando un político se planta ante nosotros y comienza a hacer su trabajo, sólo hay una cosa de la que podemos estar seguros: ahí hay un cuerpo cuyos aspavientos parecen calculados: es como si estuviera intentando espantar el enjambre de mis incredulidades. Una cáscara que se afana con mayor o menor firmeza, elegancia, elocuencia, delicadeza, turbación, y un largo etcétera. Salvo su manera de gesticular y, más aún, sus rasgos fisonómicos, no existe ningún otro soporte en el que podamos, tentativamente, despositar nuestra curiosidad y nuestro deseo de comprender. Todo lo demás es endeble y digno de la más severa y paralizante de las sospechas, hasta el punto de que, en mi caso, la certeza del Absurdo Cósmico se me ha revelado principalmente a través de la Política. Observar cuidadosamente al político es probablemente una de las formas de meditación más potentes que existen; sus maneras fantasmales conducen directamente al vértigo existencial y al arrebato de la insignificancia interrogante.

¿Por qué el hombre es prácticamente el único mamífero cuyos ojos cuentan con una enorme zona blanca? Dicen que es un rasgo adaptativo para que los hombres podamos localizar fácilmente y en todo momento la pupila del otro: para poder saber adónde está mirando y evitar así ser engañados. Somos un animal predispuesto al engaño: a engañar y a ser engañado. En este sentido, un político es la cara visible de una maquinaria sofisticada orientada a hacernos creer determinadas cosas, y no podemos aferrarnos más que a rasgos puramente anatómicos, o morfopsicológicos, para tratar de discernir algo real acerca de ellos. Porque lo único que el político no puede disimular es su propio rostro.

De modo que este artículo ofrece a los fanáticos de la indecisión un análisis de las fisonomías de los cinco principales líderes políticos, con la esperanza de poder ser de ayuda en este compleja e importantísima encrucijada democrática que se avecina el próximo fin de semana.


Resultado de imagen de casadoCASADO es el político en el que más fácil se adivina lo obvio, es decir: que debajo de su rostro hay una calavera. Al estar sus ojos tan hundidos en sus cuencas, las cejas proyectan una sombra perpetua sobre su mirada. Este rasgo confiere un aspecto fatídico a su portador, y Casado intenta paliarlo con una sonrisa igualmente permanente, que es, por otra parte, un claro artificio: un resultado de su piel estirada sin compasión; su piel estirada sin verdadero motivo. El resultado de estas dos características interdependientes (la sombra de sus ojos y el simulacro de sonrisa) le dan un aspecto de ESBIRRO MALIGNO; no ya fatídico, sino tétrico: como si estuviera planeando bromas macabras



Resultado de imagen de riveraRIVERA tiene una fisonomía mucho menos singular en un primer vistazo. Igual que Sánchez pero en menor medida, la neutralidad de su rostro juega a su favor: goza de una simetría que impide gran parte de nuestros análisis, basados en rasgos anatómicos que sobresalen entre los demás. Sin embargo, aún podemos encontrar particularidades y similitudes interesantes. Su boca es muy pequeña, como un pico, y sus ojos acuosos, distantes y sin vida suelen apuntar a objetivos fijos con la insistencia y la agitación propias de un PALOMO EN CELO. Precisamente, encuentro una correlación indudable entre la fisonomía obstinada del palomo en celo y la de Albert Rivera.


Resultado de imagen de pedro sánchezEl rasgo más destacado de SÁNCHEZ son sus ojos, también vidriosos (un recurso que abunda en política) y su voz seductora, suplicante, pero carente de toda gracia y expresividad. Por otra parte, su rostro es un portento de la simetría y del buen hacer propagandístico de los partidos políticos: este hombre parece un superhéroe. Se trata del rostro más neutro de entre los cinco que vamos a observar, pero en este caso su neutralidad es tan exagerada que sirve incluso para caricaturizarlo: es un SUPERCORDERO DEGOLLADO.


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IGLESIAS comparte con su ex-compañero de partido, Errejón, la inconfundible fisonomía del roedor común: ojos pequeños, dientes generosos, un brillo de agilidad en la mirada, y una enorme disposición a la suciedad y a la transmisión de enfermedades de todo tipo. Se trata, sin embargo, de una RATA JUICIOSA, puesto que suele  emplear convenientemente un tono reflexivo y comedido que sin duda juega en su favor porque, todo hay que decirlo, parece ser el único candidato capaz de esbozar un argumento mínimamente complejo.



Resultado de imagen de cráneoABASCAL, por último, no merece nuestra atención aquí. Dedicarle un espacio de análisis sería lo mismo que atentar directamente contra la dignidad de todos los seres vivos de este planeta. Todo el mundo sabe que es el SUMO REPRESENTANTE DEL MAL. Debemos hacerle el vacío a ese malnacido, a ese resurrector de tumores arcaicos, y con ello devolverle al abismo de donde salió. Quisiera, por ello, colocar aquí simbólicamente la imagen de una calavera, para dar a entender que donde comienza el Mal termina nuestro honorabilísimo trabajo periodístico.

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