España no puede impedir el Apocalipsis


Yo no me escondo.

Si se me pide un posicionamiento político y no hay ningún objeto punzante sobre la mesa, en seguida diré que soy un gran admirador y probable votante de VOX, porque es un partido que vibra en la misma sintonía que yo.

Abascal y yo estamos en la misma frecuencia, sin duda, y pensamos prácticamente lo mismo, porque además a mí hace tiempo que no se me ocurren demasiadas cosas nuevas que pensar. Sin embargo, y aunque uno ponga lo mejor de sí en seguir a unos héroes u otros, tampoco debe engañarse con falsas esperanzas. Después de todo, el Apocalipsis está por llegar y no es bueno hacerse muchas ilusiones. España no tiene nada que hacer frente a las huestes del Maligno. Por muy bien puestas que estén las fronteras los demonios saltarán desde las nubes por encima de nuestros artificios, usarán pértigas tan altas como el cielo y no podremos evitar que llueva el castigo sobre nosotros.

Reconozcámoslo. El ciudadano español no está preparado para el Apocalipsis. El fin del mundo nos viene grande. Da igual el buen tiempo que haga aquí o lo simpática que sea nuestra gente. Los demonios no vienen de vacaciones. Quizá en Alemania lo lleven mejor, y casi con toda seguridad cuentan con un protocolo de actuación para estos casos. Pero el español no es así. Al buen español el Apocalipsis le pilla por sorpresa, con la boca abierta y los pantalones bajados, antes de poder maldecir lo que le aplasta, o en el mejor de los casos consigue escaparse hacia los montes.

¿Resignarse? ¡Eso nunca! Pero, ¿discreción? Eso siempre... Porque el Apocalipsis es mucho Apocalipsis y nosotros sólo unos pobres personajillos que vagan por el caos sin imaginar la que se les viene encima.

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