Sobre el bien y el mal

Ninguna cuestión es más alarmante para la humanidad que la distinción entre lo que está bien y lo que está mal. Dicha valoración ética y moral puede llevar a un individuo a perder la cabeza por completo. Esto fue lo que le ocurrió a uno de los reporteros de 'El Testigo', cuando descubrió sabidurías secretas en medio de paseos de sueño y explotación psicológica. Hablamos de corrupción o intoxicación psicológica (valoraciones que deben tenerse en cuenta porque rozan el delirio, la esquizofrenia o la propia psicosis), pero también de desgaste cognitivo por la falta de sueño (torpeza, irrealidad, cansancio espiritual, debilidad). Lo que descubrió fue lo más próximo a la verdad que podría estar nunca. Algo que le apenaría mucho pasados los años. No obstante, la cuestión sobre el bien y el mal se desdibujó de tal forma que no había manera de hacerle entrar en sí. Sobre lo que está bien, la categoría de bondad, el bienestar, la paz, la armonía, lo bello y hermoso: lo que debe reinar siempre. Se le antojaban laberintos hipócritas lejanos de la verdad porque lo que había entendido era que todo estaba mal. Había entendido que vivíamos en una catástrofe de maldad y sutilezas risueñas. Y sobre lo que está mal, malicioso, cruel, déspota, inexacto, perdido y crudamente no digerido... se le hacía cada vez más difícil distanciarse de una mugre que lo embadurnaba desde los pies a la cabeza.

    ¿Por qué a un periodista como él le resultaba tan complicado posicionarse entre el bien y el mal? O, ¿por qué le costaba tanto poder distinguir una cuestión de la otra? Sin duda esto ocurría porque había mamado de la sabiduría maldita, una sabiduría oculta que lo había hecho perder las riendas de su vida y que poco a poco intoxicó sus relaciones personales para terminar en su inminente puesta en manos de las autoridades. Después de cuatro años de ingresos constantes a las plantas de psiquiatría terminó revelándosele la auténtica verdad. "No existe ni el bien ni el mal; sino profundas intenciones, sutilezas y mentiras". Porque, como se entiende entonces: "La verdad nunca está del lado del ser humano, acaso sólo lo esotérico y la farsa puede acompañar al ser humano durante su estancia en la tierra"... porque la verdad no es más que la enfermiza comprobación de la ausencia de mentira. Nunca hubo ninguna guerra que luchar, ni tampoco expedición hacia el origen de la mente, ni acaso una ardua prueba de confianza que tardaría un año en dejar de impresionar con secuelas de esas tres semanas, tanto celestiales como infernales, que vivió el joven reportero de 'El Testigo'.

    La cuestión del bien y el mal no se define como una contraposición entre lo correcto y lo incorrecto, ni tampoco tiene cualidades de perfección. Alejándose al soliloquio maldito que necesita el ser humano para encontrarse a sí mismo como el de: Verdad o Mentira, se remontó al clásico: Truco o Trato. Pero, ¿con quién debes hacer el trato, con Dios, contigo mismo, o con fuerzas ocultas? ¿Y si el truco no es más que una distracción mientras bajas tus niveles hormonales y vuelves a la normalidad mortal? ¿Por qué nos puede impresionar tanto la certeza y pérdida de la razón... la infame y victoriosa seducción de la lúcida perdición hacia la verdad? ¿Uno se puede quedar ciego de ver tanta verdad en el mundo? Y si así fuera, si la Verdad fuera demasiado sublime como para experimentarla, ¿qué soy, qué significa lo que está bien, y lo que está mal? ¿Existe alguna auténtica diferencia? ¿Por qué seguimos respirando todos a la vez?

    La única conclusión palpable es que no existe una distinción lo suficientemente sólida cómo para poder apostar entre el bien y el mal, y del mismo modo, toda insinuación hacia las verdades y las falsedades se queda corta, consumida por rezos inexactos que no alimentarán ninguna buena acción. No necesitamos la verdad para poder existir, a fin de cuentas, siempre hemos vividos sumidos en un océano de falsedades, mentiras, cuentos y engaños. ¿Desde cuándo existe ese apetito demoledor hacia La Verdad? La verdad no es más que obscena morbosidad por una certeza que no llega a satisfacer todas las cualidades de la existencia. Y por ello, la falsedad es más tangible que algo inapelable, hermoso y correcto. Somos hijos de la mentira, corderos que se alimentan antes del matadero. Reporteros suicidas. No grandes pensadores, no grandes profetas. ¿Acaso el olimpo se convirtió en la sección de redacción de un periódico? Acaso hemos dejado de creer en deidades artificiales, y le rezamos a los mortales, porque cada noche antes de irnos a dormir rezamos en nombre de nuestra familia, en nombre de nuestros amigos, en nuestro propio nombre, y en nombre de lo desconocido.


Un ángel abre el camino a las regiones inferiores del Infierno - Lorenzo Mattotti


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