Tú eres la noticia

Desde que El Testigo se propuso informar únicamente acerca de lo esencial, los artículos escasean, nuestras ideas menguan, nuestros lectores casi no existen y vivimos en una época permanente de vacas flacas. ¡Flacas pero convencidas, porque no dan leche sino verdad, ese líquido tan brillante y poco nutritivo...! De modo que, una vez más, volvemos a la carga y retomamos, escuálidos, la cruzada de las esencias. Esta vez nuestro diario se propone descubrir al público una verdad colosal –para nosotros esto ya es casi rutinario–. Una verdad muy sencilla que al mismo tiempo es la madre de todas las complicaciones que existen en el mundo del periodismo.

Nuestra verdad es la siguiente: tú estabas antes que la información, y eres anterior a ella. Periodísticamente anterior. Puede que no estuvieras antes que el suceso, pero sí estabas antes que la información: el único movimiento que conoce la información, de hecho, es el de abrirse paso hacia ti. En ese sentido, la noticia que tienes de ti mismo es la primera noticia de todas, la que antes llega a ti porque está ya en ti, y el resto de noticias son enteramente dependientes de esa autonoticia primigenia. Aunque en el orden de sucesión temporal pueda no ser así, en el orden de sucesión del fenómeno periodístico, aquello de lo que crees informarte siempre aparece después de ti. Dicho de otro modo, el centro de la información está fuera de la información: y no puede estar más que en el informado, es decir, en ti. O, dicho de otro modo, la información no subsiste por sí sola. O, dicho de un último modo: no puedes esconderte de la perpetua entrevista de tu alma.

Mírate: no hay mayor noticia que tú mismo. Jamás podrías tener noticia de nada más importante que tú. El cosmos entero te tiene agarrado con su mano diestra, y ha elegido colocarte en el centro de toda una sabia circulación de objetos irrelevantes, mientras con su mano siniestra te señala, por si cupiera alguna duda de que tú eres aquello en torno a lo cual se producen los giros. Las noticias, ¿qué son, más allá de ti? Nada. Cuando lees otras noticias no haces más que fingir que no eres tú la noticia, es decir, finges que no lees esta precisa noticia en que tú eres –por fin– la noticia.

Quizá las otras noticias te sirven para descansar de ser tú mismo la noticia. Finges que te interesa tal o cual suceso, un gesto de la sociedad, un tropiezo de la naturaleza, un espasmo de la verdad, pero todo eso tiene un problema: que no te importa en absoluto. Y si miras al fondo de tu alma podrás verte a ti mismo encaramado a la cima de tu barriga, asomado a un gigantesco ombligo, el volcán de la identidad: un nudo negro, el corazón de la existencia mediada por el mundo de los gestos: el mundo del que tú eres el centro. Por mucho dispositivo mental interpuesto entre la conciencia de este hecho radical (el de tu propia importancia suprema, automáticamente autoconferida) y el resto de cosas, nunca podrás huir de la preponderancia de ti mismo sobre lo que sea que te ocupe.

Se acabó, basta de fingir. Basta de teatros tangentes, telones pálidos y protagonismos velados. Aquí y ahora, por fin se trata de ti. Y ese no es más que el comienzo de tu desgracia. ¡Atención, cuidado con ser la noticia! Cuidado con entrar en el cerebro de un periodista: esa bolsa húmeda y llena de tela palpitante, tejida con gusanos verdes y obesos que se agitan. El cerebro de un periodista siempre está resoplando nuevas ideas: todas ellas, en el fondo, son acerca de ti. El cerebro de un periodista es liso y brillante como un espejo. Tú te miras en el cerebro de un periodista, y el cerebro del periodista te devuelve tu reflejo, pero esta vez, siendo noticia. Pero la noticia no es el reflejo, sino tú.

Las noticias quieren ser poesías, quieren ser luz del alba y quieren ser tú. Por eso no existen las noticias, sino que sólo existes tú, leyéndolas a veces y otras veces no, pero siempre tú, estimulado por el azar, acumulado por la consciencia, tú, el portento individual, tú contra el mundo, tú a lomos de un caballo de terciopelo gris. ¡Cabalga por siempre, noticia viviente! ¡No te hace falta mirar adónde vas, cabalga con los ojos cerrados, cabalga en la soledad de tu primicia interior! ¡Corre, corre al abrigo de las anunciaciones! ¡Sé tu propio telediario intransferible! 


alguien que, pese a llevar un sombrero ridículo, apunta con el dedo a la verdad más grande que existe

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